sábado, 4 de enero de 2014

El 2014, el año de la agricultura familiar

agricultura familiar
En la isla de Providencia se practica la agricultura familiar desde hace décadas.


Con esta declaratoria, la ONU busca reducir el hambre y apoyar a los pequeños agricultores.

El 2014 fue declarado por la ONU como el año de la agricultura familiar, es decir, aquella forma de producción que incluye el cultivo y protección de los bosques, la acuicultura y la producción agrícola, generalmente liderada por hombres, pero donde también sobresale el trabajo de mujeres cabeza de hogar. Y lo ha hecho con una intención clara: llamar la atención sobre la falta de eficacia de las políticas que se han aplicado en los últimos años en el mundo para reducir el hambre.
Pese a los avances tecnológicos, la producción a pequeña escala sigue siendo la principal fuente de producción de alimentos.
Según José Graziano da Silva, director de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), más del 80 por ciento de las explotaciones agrícolas de Suramérica corresponden a agricultura familiar, actividad que produce cerca de un 70 por ciento de los alimentos de consumo interno en los países de América Latina y genera un porcentaje similar en empleo agrícola.
Esto se produce mientras la población mundial está en continuo crecimiento. Se espera que para el año 2025 alcance los 8 mil millones de personas, lo que implica que la demanda por alimentos seguirá creciendo, en medio de recursos naturales cada vez más escasos.
Por eso, según FAO, apoyar a este sector de la producción “puede convertirse en una herramienta para la promoción de políticas activas a favor del desarrollo sostenible. De paso, se transforma en una estrategia contra la pobreza, mientras se respeta al medioambiente y la biodiversidad.
Todo lo anterior suena a teoría, pero en Colombia hay muchos ejemplos de esta actividad. Uno de ellos surge en la isla de Providencia, en pleno mar Caribe y en un territorio insular que a primera vista podría pensarse que únicamente vive de la pesca.
Allí, históricamente, la huerta casera ha hecho parte del sustento de los habitantes. Todos aprovechan espacios en sus fincas, muchas veces no mayores a una hectárea, o parte del terreno donde han construido sus viviendas, para sacarle provecho a la tierra y autoabastecerse. Es el caso de Teresa, viuda de Fernández, el nombre con el que ella prefiere identificarse. En su casa cultiva hortalizas que posteriormente usa para sostener a sus hijos. El jardín de esta afrodescendiente y raizal parece en ocasiones un jardín botánico con muchas especies de plantas medicinales y de árboles frutales.
El proceso de producción y de integración con la agricultura de Teresa ha sido apoyado por el parque nacional natural que preserva una parte de Providencia, llamado Old Providence McBean Lagoon. Los guardaparques de esta área marina protegida saben lo importante que sería que la comunidad consolide estrategias para asegurar su subsistencia, en un lugar aislado, con pocas oportunidades de desarrollo o de inversiones privadas que den empleo.
Marcela Cano, directora de esta zona protegida, le contó a EL TIEMPO que aunque ya han trabajado con una decena de mujeres cabeza de hogar como Teresa, ella confía ahora en un proyecto que la FAO implementará en Providencia para apoyar la agricultura familiar en 80 familias.
Cano cuenta que el principal problema que deberán solucionar para que esta idea se lleve a cabo será la búsqueda de un sistema que entregue agua potable de forma continua a estos pequeños productores. Cano explica que el clima de la isla se ha modificado. En ocasiones, hay épocas secas cada vez más largas que no garantizan, siquiera, que se haga una recolección de aguas lluvias.
“Pero al margen de esta dificultad, que es enorme, creemos que esa agricultura es la única oportunidad viable que tienen las comunidades para asegurar su subsistencia y lograr un poco de independencia”. Esto además como una posible salida al avance de la ganadería, que ya se está transformando en una actividad impactante en muchas zonas de la isla, que alberga la mayor barrera de coral del país.
Cano no se equivoca cuando dice que esta actividad es una gran oportunidad de desarrollo, así deba enfrentarse a otros obstáculos como el acceso a activos productivos y especialmente de conocimiento técnico, como lo han explicado expertos de la Universidad Nacional.
Las pequeñas explotaciones agrarias son a menudo más productivas y sostenibles, incluso por energía consumida. El 40 por ciento de los hogares del mundo dependen de la agricultura familiar y se calcula que 2.500 millones de personas pertenecen a familias dedicadas a esta práctica. Con ella se promueve el autoconsumo y, según FAO, es el doble de eficaz para enfrentar la pobreza que muchos otros sistemas utilizados para reducirla. De paso beneficia a aquellos ciudadanos de escasos recursos de las zonas urbanas, porque pueden tener acceso más rápido a la comida.
Rescata los alimentos tradicionales, protege la biodiversidad y favorece la conservación de variedades locales, ya que según datos del Foro Rural Mundial, a lo largo de la historia la humanidad ha utilizado unas 7 mil plantas para suplir las necesidades básicas. Hoy, no más de 150 especies son cultivadas comercialmente, de las cuales 30 constituyen el 90 por ciento del aporte calórico a la dieta humana y sólo cuatro (arroz, trigo, maíz y papa) representan más de la mitad de esa contribución calórica.
Sin embargo, como lo explica Jairo Cano Gallego, agrónomo de la Universidad Nacional, el éxito será muy difícil de lograr mientras no se gestione una política pública eficiente. “Si los pequeños productores se asocian e impulsan la agricultura familiar, el agro puede tener mejores resultados, pero a esto debe sumarse el apoyo del Estado, la academia y los grupos internacionales. Sólo así ellos tendrían más oportunidades”.
Tomado de El tiempo

1 comentario:

  1. Realmente impactante e importante, teniendo en cuenta que las grandes trasnacionales de la alimentacion lo que quieren en realidad es envenenarnos.

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