Esta menuda mujer encabezó una revolución ciudadana para
liberarse de las garras de una compañía de electricidad en Alemania. Una gesta
que perfectamente se puede llevar a cabo en cualquier país de Latinoamérica,
donde sufrimos el mismo flagelo.
Úrsula Sladek es una ex profesora sin ninguna experiencia
para manejar un negocio, que se ha convertido en una figura insólita como la
cabeza de una importante planta de energía.
Su empresa, el Suministro de Energía Schonau (EWS por su nombre en alemán) –fundada en las colinas de una ciudad remota alemana- no es un típico proveedor de
electricidad.
Fundada por Sladek y unos amigos en 1991, EWS es una
cooperativa ciudadana que suministra a 120,000 casas en Alemania usando solo
energía sustentable.
Después de la explosión nuclear en Fukushima y el compromiso
de Alemania de finalizar con su dependencia sobre la energía nuclear durante la
próxima década, EWS está disfrutando el impulso de su demanda de energía, y
espera proveer a un millón de casas en 2015.
Nada mal para una autodenominada ama de casa, quien dejó de
utilizar la electricidad del proveedor de energía a escala nacional.
La historia de Sladek comienza en 1986, tras el desastre de
Chernóbil. Aunque su casa en Schonau estuviera a más de 2,000 kilómetros de
distancia de la explosión del reactor nuclear, los rastros de radiación
lograron infectar la vida silvestre local.
“Al principio pensamos: ¿Qué comerán los niños? ¿Podrán
jugar al aire libre?”, recuerda. “Y todavía tenemos esto, cuando entras en el
bosque, las setas todavía están contaminadas; el jabalí todavía está
contaminado... 25 años después del Chernóbil, la radiación aún sigue".
Sladek, una madre de cinco hijos, construyó una organización
llamada Padres para un Futuro Nuclear Libre que promueve la preferencia de las
energías renovables a la energía nuclear.
En ese entonces, Sladek creía que KWR, la empresa encargada
de proveer energía eléctrica a su ciudad, podría ser motivada a invertir en
fuentes renovables y ayudar a la gente a reducir su dependencia de energía
eléctrica.
Pero se equivocó.
“Ellos nos dijeron: ‘¿Ustedes quieren ahorrar electricidad?
Bueno, pues nosotros nos dedicamos a vender electricidad. Es nuestro trabajo.
No les ayudaremos’”. Aprendimos que ni el gobierno ni las empresas eléctricas
harían algo al respecto.
Fue precisamente esta respuesta lo que motivó a Sladeck y a
su equipo a tomar el siguiente paso.
“Nunca habíamos pensado en crear una empresa que haría lo
que hacemos ahora”, dice Sladeck. “Su actitud fue lo que nos motivó”.
Así, cuando la licencia de KWR para operar la planta tuvo
que ser renovada en 1991, Sladeck y su grupo crearon su propia empresa
eléctrica y lanzaron una petición locar para convencer al ayuntamiento de la
ciudad y a la gente para dejar que la operaran como una cooperativa.
Después de varios años de batallas legales, en 1997, EWS
había recaudado el suficiente dinero, unos tres millones de dólares, para
comprar el contrato para proveer a Schonau con electricidad que no proviniera
de la energía nuclear.
Repartida entre unos 1,000 ciudadanos, la compañía obtiene
la electricidad de fuentes renovables, principalmente de plantas
hidroeléctricas, pero también de paneles solares y de turbinas eólicas.
¿Pero los clientes de EWS tienen que pagar de más por este tipo
de energía? No. De hecho pagan menos, de acuerdo con Sladeck.
“Ofrecemos electricidad incluso más barata que las compañías
que abastecen a sus clientes con energía nuclear o proveniente del carbón”,
explica.
“Esto es porque nosotros no queremos ganar la mayor cantidad
de dinero posible como los demás. Claro que tenemos que ganar algo porque hay
muchas personas que trabajan con nosotros… Simplemente no queremos ganar
desmesuradamente”.
Efectivamente, los accionistas de la compañía reciben pocos
dividendos, pero el resto se invierte en nuevos proyectos de energía renovable
así como en capacitación y en apoyar a quienes buscan administrar una empresa
como la de ellos.
Es por estas razones que Sladek fue galardonada con el
premio Goldman al Medioambiente en abril de 2011, que es también conocido como
el “Nobel del medioambiente”. No muchos de los magnates de la energía pueden
presumir eso.
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