Toda canción tiene su historia…bueno, no todas, porque las de ahora son de simple producción industrial masiva.
Por: Juan Carlos Rueda Gómez
Por: Juan Carlos Rueda Gómez
Pedro Junco Jr. compositor de Nosotros.
Las hacen como galletas, con un molde. Por eso duran tan poco tiempo en el gusto del público. Pero las obras musicales de décadas anteriores siempre nacieron de una historia, casi siempre surgida de una vivencia del autor aunque también las hubo a partir de hechos acaecidos a algún amigo.
Basado en el relato que me hizo el octogenario músico Antonio Malavert durante mi estadía en La Habana, en 1998, cuando estuve presentando la película El Último Carnaval, que realizamos con Ernesto McCausland, puedo contar que el caso del bolero “Nosotros”, es una historia totalmente biográfica del cubano Pedro Buenaventura Jesús del Junco-Redondas, conocido como Pedro Junco Jr., nacido el 22 de Febrero de 1920 Pinar del Río, quien además compuso en su corta vida otras piezas famosas como Soy Como Soy, Me lo Dijo el Mar, "Quisiera, Tus Ojos y Estoy Triste.
Tony Chiroldes, primer intérprete
Siendo adolescente, Pedro Junco Jr. conoció a una joven de origen rural que había sido enviada por sus padres a Pinar del Río a estudiar en el mismo liceo que él y vivía en un internado cercano a su casa. Junco la veía pasar todos los días y la seguía hasta entrar a clases pero no se atrevía a abordarla, mucho menos a cortejarla. Eran otras épocas y los jóvenes tenían una estricta formación que les impedía entablar amistad con desconocidos, así porque sí.
Eso sí, el no tener contacto con ella no le impedía enamorarse perdidamente, por el contrario, eso hacía que su amor creciera mucho más y siempre estaba a caza del momento propicio para acercársele, lo cual parecía no llegar nunca.
Eso sí, el no tener contacto con ella no le impedía enamorarse perdidamente, por el contrario, eso hacía que su amor creciera mucho más y siempre estaba a caza del momento propicio para acercársele, lo cual parecía no llegar nunca.
Pero la buena suerte le sonrió por fin un día al joven poeta al ver durante el recreo, a la quinceañera que le quitaba el sueño, en compañía de una amiga suya que resultó ser compañera de curso de la amada secreta y esa misma tarde le envió con ella una esquela perfumada, escrita con hermosa caligrafía en la que le pedía respetuosamente que se vieran al día siguiente en el parque cercano al liceo, al salir de clases. Y que para mayor garantía, su amiga les acompañaría.
Bastó ese solo encuentro para que entre los dos brotara el más puro amor. Un amor que fue creciendo día a día, noche a noche. Un romance que inspiró muchas canciones al joven pinareño que apenas salía de la adolescencia. La relación se hizo tan fuerte que ni siquiera la oposición de la familia de ella pudo hacerles desistir. Es que había muchos prejuiciosos respecto los hombres que hacían música o escribían canciones porque se consideraba que eran bohemios empedernidos que nunca podrían ofrecer una vida digna a ninguna mujer.
Con el pasar de los días el joven debió recurrir a diversas estrategias para hacerle saber a su amada que jamás renunciaría a su amor. La mejor fue escribir canciones y lograr que fueran interpretadas por artistas de moda como Rene Cabel, quien era la estrella de la orquesta que tocaba todos los días, a las tres de la tarde, en el teatro de la emisora Radio Lavín, de La Habana. Cuando Cabel le confirmaba el día que cantaría cada canción, Junco Jr. le mandaba una esquela con su correo secreto a su amada para que estuviera atenta al programa.
De esa manera nacieron joyas de la bolerística cubana como Soy Como Soy, Me lo Dijo el Mar, "Quisiera", Tus Ojos y Estoy Triste. Esta última ya dejaba entrever el desenlace fatal que sobrevendría poco tiempo después, el mismo que dio origen a su última canción: Nosotros.
Partitura original de Nosotros, escrita en 1943
Fue en 1939 cuando Pedro Junco Jr. mostró los primeros síntomas de una enfermedad para cual no existía cura en esos momentos: la letal tuberculosis o tisis. Durante dos meses debió guardar cama y aislamiento por orden del médico de la familia. Al parecer esta medida surtió efecto porque el joven logró reponerse satisfactoriamente y continuó su vida de manera normal, estudiando, componiendo y departiendo con su círculo de amigos, con los cuales tocaba por largas horas en un parque cercano al internado donde vivía su amada, con la firme intención de que su voz y sus hermosas letras llegaran al dormitorio de ella.
El tiempo fue pasando y la enfermedad fue avanzando. Algunas personas cercanas a la familia de Junco Jr. afirman que este le prestó poca atención y prefería sufrir el mal en secreto, tal vez por temor a que los más cercanos lo evitarán y tuviera que someterse al aislamiento total, como era usual en esos tiempos.
Pero tarde o temprano tendría que afrontarlo, de tal manera que decidió viajar a La Habana para internarse en la clínica Damas de la Covadonga, ubicado en el exclusivo sector de El Vedado. (Paradójicamente, mi charla con el músico Malavert tuvo lugar a una cuadra de donde estuvo ubicado ese centro asistencial).
Pedrito tuvo la certeza –testimoniada por su prima Teresita Junco- de que iba a morir cuando enfermó gravemente en septiembre de 1942. Sus familiares y algunos de los amigos más íntimos pudieron creer por un tiempo que padecía de tuberculosis, considerando, además, según se afirmaba, que Pedro Junco, padre, presentaba antecedentes del bacilo de Koch. El doctor Pedro González Batlle, médico y amigo de la familia Junco Redondas en Pinar del Río, al menos, no creyó que fuese tuberculosis, porque nunca pudo detectar el bacilo de Koch en la saliva de Pedro Junco, aunque la radiografía revelaba “una sombra” pulmonar.
Fueron sucesivas las entradas y salidas de la clínica, las recaídas y mejorías que tuvo Pedrito Junco entre finales de 1941 y abril de 1943, cuando llegó el desenlace final. No se sabe qué fue más doloroso para él, si la enfermedad o la distancia que lo separaba de la única mujer que amó en la vida, la que inspiró todas sus canciones. De ella nunca se ha revelado el nombre por respeto a su familia.
Así llegó el fatídico 25 de abril de 1943. Pedro había escrito la que sería su último bolero, el que lo inmortalizaría: Nosotros. Le había pedido una vez más a su amigo Rene Cabel que lo interpretara pero este, por razones hasta ahora desconocidas, fue dilatando el asunto hasta que Junco Jr. tuvo que recurrir a su amigo y paisano Tony Chiroldes, más tarde conocido como Tony Chiroldy, para que la interpretara urgentemente, tal vez porque sentía que tenía las horas contadas, que se le iba la vida en cada ataque de tos que le sobrevenía con mayor frecuencia.
Así fue como Chiroldes la interpretó aquel 25 de abril de 1943 en la emisora RHC Cadena Azul. Las pocas personas que se encontraban en la habitación donde yacía Pedro Junco Jr., contaban que este casi no alcanza a avisarle a su novia para que sintonizara la emisora y escuchara la canción en la cual él rendía tributo a sus sentimientos, explicándole las dolorosas, quizá crueles razones por las cuales era imposible llevar a buen puerto su gran amor. En una atmosfera tétrica por la presencia inminente de la muerte que se lo llevaba, Junco Jr. mantuvo su sonrisa suave a medida que se escuchaban las notas de la canción. Todos los presentes, con solo mirarse, acordaron mantener un respetuoso silencio para que el moribundo compositor pudiera escuchar con claridad la radio mientras su pecho subía y bajaba, respirando penosamente, mientras en cada exhalación se le escapaba la vida, esa vida que quiso consagrar a la mujer amada. Esa vida que ahora la indomable tuberculosis se empeñaba en cegar.
Casi en forma sincronizada terminaron la canción y los signos vitales del joven pinareño. Se podría afirmar que con el último acorde de Nosotros, se escapó su último soplo de vida, el que sin embargo no pudo arrancar de su rostro la sonrisa que se dibujó al saber que a la distancia, en su natal Pinar del Río, su único amor estaba escuchando su legado musical, contenido en escasos trece renglones en los que explicaba las razones que hacían imposible el amor de los dos y a la vez sirvieron como carta de despedida:
Atiéndeme, quiero decirte algo
que quizá no esperes, doloroso tal vez,
escúchame, que aunque me duela el alma,
yo necesito hablarte y así lo hare.
Nosotros que fuimos tan sinceros,
que desde que nos vimos amándonos estamos,
Nosotros, que del amor hicimos, un sol maravilloso
romance tan divino.
Nosotros, que nos queremos tanto
debemos separarnos no me preguntes más.
no es falta de cariño, te quiero con el alma,
te juro que te adoro y en nombre de este amor
y por tu bien te digo adiós.
Son más de cuatrocientas versiones en diversos ritmos las que tiene esta canción. El mismo René Cabel, tal vez en un acto de arrepentimiento la grabó al poco tiempo de morir Junco Jr. Las más conocidas son la de Daniel Santos, Ana Cari con el Trío Los Panchos, José Feliciano, Luis Miguel, Omara Portuondo, Orquesta Aragón, la Sonora Ponceña y Cheo Feliciano.
En los videos podrán escuchar algunas de estas versiones. Yo me quedo con la de Cheo Feliciano acompañado por la Rondalla Venezolana aunque también me gusta, tal vez por lo sencilla, la versión de José, el otro Feliciano.
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