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sábado, 21 de septiembre de 2013
Peter, un reciclador de estrato seis
Vive en un barrio de clase alta. Tiene carro de balineras y sale a recoger muebles viejos, ladrillos o vidrios para reutilizar.
La gente mira con asombro. Un hombre bien vestido y de aspecto europeo sale de su casa en Quinta Camacho con un carro de balineras a recoger escombros y lo que otros consideran basura.
Hasta los recicladores tradicionales lo miran con curiosidad y lo respetan si llega primero a recoger algún sofá en ruinas, un ladrillo viejo, un vidrio roto, pedazos de una vajilla dejados en alguna esquina de la ciudad.
Peter Preminger, de barba, pocas palabras y sonrisa infantil, tiene algo claro desde su niñez: “Todo se puede reutilizar”.
Eso se lo enseñaron sus padres, dos austriacos que llegaron a la ciudad escapando de la Segunda Guerra Mundial. Peter se crió en el barrio Santa Ana cuando el sector estaba lleno de potreros con vacas y gallinas, y ni siquiera era considerado parte de Bogotá. “Cuando mi papá compró el lote, en 1955, le decían que estaba loco porque la capital terminaba en la avenida Chile. Él sabía que de un peladero se podía hacer un paraíso”, cuenta. Con sus padres aprendió a convertir la basura orgánica en abono, a transformar los terrenos con escombros y, siendo scout, a amar la naturaleza.
También se precia de haber jugado en los cerros orientales, de trepar árboles y de rodar en carros de balineras, “porque todavía se podía”, dice. Peter fue creciendo, viajó a Miami (EE. UU.), allí hizo su carrera de Administración de Empresas y, cuando regresó, tuvo que hacerse cargo del depósito dental, la empresa de su familia.
Pero él sabía que su vida tenía que dar un giro de 180 grados. Hace siete años recibió una casa en Quinta Camacho, a la que llamó Casa Rústica Bogotá. “Decidí comenzar a restaurarla y así nació mi proyecto de reciclaje.
Esta fue la sede de Prodental desde 1977, pero las cosas iban a cambiar”, afirma.
En el 2007, comenzó por recuperar los espacios carcomidos por el tiempo y la humedad. La casa es un laberinto lleno de espacios adornados con botellas de plástico convertidas en materas, inodoros atestados de flores y baldes de construcción con semillas de tomate.
La edificación huele muy bien, a pesar de que algunos se lo imaginan como un acumulador de basuras. Peter necesitaba algo de qué vivir y por eso decidió montar un hostal, en donde los huéspedes, además de encontrar habitación, tuvieran una experiencia ambiental y cultural. “Quise traer un pedacito de campo a la ciudad”, dijo.
Se ha rodeado de gente que lo apoya en sus locas ideas: un maestro de obra que lo acompaña a las demoliciones a negociar puertas y maderas finas; una artista plástica que recupera viejos galones para convertirlos en canecas, y un joven que atiende a los huéspedes son solo parte de su comitiva.
El precio que ha pagado no ha sido poco. “Llevo diez años viviendo solo y lo disfruto. Dudo mucho de que alguien quiera compartir mi estilo de vida”, relata. Dos perros que recogió de la calle son su más fiel compañía.
Cada cuarto de su casa lleva un nombre diferente: ‘el refugio’, porque era el único sitio donde no llovía, o ‘el viajero’, en honor de su sobrino, que un día partió.
Hizo de un patio un invernadero y aun acondicionó la tubería para que el agua lluvia riegue las plantas. Su hogar es una colcha de retazos de obras y objetos olvidados en la calle traídos a la vida.
Peter se moviliza en bicicleta y no comprende cómo hay familias con tres carros en un garaje y nada de jardín. “¿Será que tienen un platillo volador para encontrar otro planeta a la vuelta de la esquina?”, pregunta con ironía.
Sus vecinos lo ven como un extraño y una vez hasta le mandaron a Bienestar Social a que averiguara si era un hombre sin trabajo.
Peter trae un tinto caliente hecho en agua de yerbabuena que él mismo cultivó. “¿Será que solo vamos a reaccionar cuando la desgracia ya esté encima?”, interroga.
CAROL MALAVER
REDACTORA DE EL TIEMPO
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Peter Preminger y su equipo de trabajadores son ejemplo a seguir, según la empresa Aguas Bogotá.
Como traído de otro mundo se podría decir que es el Hostal Casa Rústica, ubicado en el barrio Quinta Camacho. Un sitio donde la conciencia ambiental está presente hasta en los enchufes, los pisos, y las lámparas, entre otros elementos que fueron recuperados de la ‘pérdida’, pues su dueño le apostó a darles una vida útil.
Peter Preminger dirige este hostal. Él, que vive desde hace más de 4 años en la localidad y ha visto crecer el norte de la ciudad desde los años 60, le apostó al medio ambiente desde niño, pues fue un líder boy scout.
Su inquietud ambiental no terminó allí, todavía lo acompaña en las mínimas acciones de su vida. Por eso dentro de este peculiar lugar, no hay floreros convencionales sino botellas de cerveza, para situar allí las flores; retretes, inodoros y maniquíes que son materas, hay también cajas de huevo que se convirtieron en sillas pequeñas, por solo mencionar algunos de los elementos que componen a Casa Rústica.
Así, este boyscout de vieja data se fue convirtiendo en el ‘Usuario 10’ de la empresa Aguas Bogotá, él según la entidad es de los vecinos más juiciosos en el tema de reciclaje y disposición de basuras en Chapinero. Junto a su equipo de trabajadores –como Antonio Jiménez, Eduardo Pinzón Pulido, Sandra López, artista reco (que trabaja materiales recogidos para volverlos arte)– contribuyen en gran medida a realizar la separación de elementos que pueden ser reciclados y a disminuir la producción de orgánicos para convertirlos en compostaje.
De acuerdo con los referentes locales de Aguas Bogotá, la labor que Preminger realiza es reconocida por ellos, de forma simbólica, pues es de los vecinos que mejor cumple con los horarios de recolección de basuras y frecuencias, además es ordenado pues “separa los residuos: en una bolsa el material reciclable y en otra los orgánicos.
Incluso motiva a la comunidad a que haga lo mismo y por eso diseñó para sus vecinos una caneca blanca y una negra para que aprendan a separar en el barrio”, comentó la entidad. Otro punto a su favor y que hace a Preminger, y a su equipo, el usuario más sobresaliente es el hecho de que aprovecha el material reciclado para decorarlo y usarlo como mobiliario del hotel.
Resaltan, además, su iniciativa para aprovechar los residuos orgánicos y crear una zona de compostaje en el separador verde del frente del lugar.
“De esta manera reduce el consumo y por tanto los residuos que van a parar al relleno sanitario Doña Juana”, comentó Aguas Bogotá. Según Eduardo Pinzón, uno de sus empleados, “la idea principal es dar ejemplo para que ojalá todos hiciéramos lo mismo que promueve el hotel”.
Pinzón además asegura que un aporte personal podría ser el empezar por no botar papelitos a la calle. Por su parte, Preminger comenta que esta es una forma de cuidar nuestra única casa. “No tengo otro hogar, solo este planeta. Hay que cuidarlo. Hay que empezar paso a paso y cambiar ciertos hábitos que uno tiene. Podemos hacer poquito paso a paso, día a día”, concluyó.
*En el hotel también se realizan actividades culturales. Para consultarlas vaya a su página en Facebook: Museo de las oportunidades.
Página web: www.casarusticabogota.com
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