¿Quién no ha oído hablar de "la hidráulica", refiriéndose a la erección con la que casi siempre amanece el hombre? Esta es la forma coloquial de definir este fenómeno fisiológico.
El de las erecciones que despiertan por las mañanas es un fenómeno que nos ha acompañado desde siempre y que genera tantos chistes como dudas sin resolver. Por supuesto, al tratarse de un asunto sexual, la ciencia le ha dedicado menos recursos a su estudio de lo que cabría esperar, por culpa de los tabús que todavía hoy frenan las investigaciones sobre sexo. Sin embargo, la publicación de un estudio detallado en la revista especializada The Journal of Sexual Medicine sobre lo que dice la ciencia y lo que se pensó en la historia de estas erecciones espontáneas es una buena oportunidad para responder algunas preguntas que siempre están en el aire.
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¿Suceden únicamente por la mañana?
No, se dan a lo largo de toda la noche, lo que ocurre es que la única erección que cuenta con testigos a diario es la de la mañana. Pero el fenómeno se produce durante el sueño, generalmente en relación con las fases REM (sueño de movimientos oculares rápidos, por sus siglas en inglés). De hecho, el fenómeno se conoce en la actualidad como erecciones relacionadas con el sueño (sleep-related erections, SRE), dado que el nombre técnico que se le dio en la década de 1960, tumescencia peneal nocturna, era algo rebuscado. En adultos, se sabe que los niveles de testosterona también influyen en el fenómeno.
¿Le sucede a todos los hombres?
En efecto, salvo a aquellos con problemas de disfunción eréctil. Se trata de un comportamiento completamente natural de un órgano sano, que se manifiesta a lo largo de la vida de todos los hombres, con variaciones en función de la edad. El pico de duración de este fenómeno se da durante la pubertad: entre los 13 y los 15 años, los adolescentes pasan con el pene en erección más del 30% del sueño. A partir de esa edad, el duración del fenómeno remite hasta el 20% del sueño en hombres sesagenarios. En algunos estudios se estableció que durante el sueño se daban ciclos de unos 85 minutos de los cuales una media de 25 minutos pertenecían al periodo de erección (la horquilla iría de los 15 a 40 minutos). Incluso los bebés manifiestan el fenómeno: durante estudios realizados en la década de 1940, se observó a bebés sin pañales durante el sueño para concluir que también vivían esas erecciones “que frecuentemente despertaban al niño”.
¿Y a las mujeres?
Por razones obvias, el fenómeno de las erecciones nocturnas del clítoris ha sido mucho más difícil de estudiar que el del pene. No obstante, en las décadas de 1960 y 1970 se puso el foco en este asunto hasta lograr identificar que las mujeres aumentaban el flujo sanguíneo hacia sus clítoris, del mismo modo que sucede en los hombres para provocar su erección, agrandando su tamaño y provocando lubricación vaginal durante la fase REM del sueño. El proceso es, por tanto, muy similar al masculino.
¿Se produce a causa de sueños húmedos o por estar excitados previamente?
Platón mantenía que “en los hombres, la naturaleza de los órganos genitales es desobediente y soberbia, como una criatura que es sorda a la razón y que intenta dominar todo a causa de sus pasiones frenéticas”. Pero no se trata, como se pensó durante mucho tiempo, de una rebelión del cuerpo aprovechando que el cerebro no lleva las riendas. El primero en dejar claro que estas erecciones no tienen nada que ver con sueños eróticos fue el doctor Ismet Karacan, experto en trastornos del sueño, en la década de 1960. Aunque los motivos y el mecanismo que lo detona se desconocen en detalle, sabemos es que es un fenómeno espontáneo y que se da con naturalidad en sujetos sanos. Por ejemplo, estas erecciones nocturnas se ven negativamente afectadas cuando se producen cuadros graves de fatiga, ansiedad o depresión. No obstante, sí tiene que ver con nuestra capacidad de soñar: las mejores erecciones nocturnas las tienen los sujetos que duermen bien y sueñan mucho, seguidos de quienes duermen mal pero sueñan bien. Las peores erecciones nocturnas se manifiestan en sujetos con mal dormir y sueños pobres.
¿Tiene relación con las ganas de orinar?
El psiquiatra alemán Richard von Krafft-Ebing, uno de los grandes pioneros del estudio de la sexualidad humana durante el siglo XIX, estaba convencido de que las erecciones matutinas se debían a una vejiga llena. Pero estaba equivocado. No obstante, la conexión de la vejiga y de la erección con los nervios sacros puede desencadenar en algún caso esa respuesta refleja. Es probable que, en muchas ocasiones, un hombre se despierte con ganas de orinar y descubra su erección, y que esto le lleve a deducir que se trata de causa y efecto. Pero por esa regla de tres, muchos podrían pensar que las erecciones se originan porque suena el despertador.
¿Y con las ganas de desfogarse?
Galeno, médico personal de Marco Aurelio, consideraba estas erecciones un ejemplo de libro de que los sueños reflejan el estado físico de una persona: “Los hombres llenos de esperma imaginarán que están teniendo relaciones sexuales”, aseguraba. En su opinión, las erecciones nocturnas eran consecuencia de la condición física del hombre, del mismo modo que pensaba que la abstinencia sexual podía causar locura. En realidad, solamente estaba dando palos de ciego.
¿Estas dudas pueden causar problemas morales?
Durante mucho tiempo, las noches fueron el campo de batalla en los que los religiosos luchaban por mantener su pureza contra esa bestia lujuriosa que hacía despertar a su pene contra su voluntad. Los monjes cristianos culpaban a irresistibles demonios femeninos que les atacaban aprovechando que eran vulnerables mientras dormían. Llegaban incluso a atarse crucifijos a los genitales antes de ir a la cama para alejar a estas demoníacas tentaciones. San Agustín quiso darle a los hombres un respiro al asegurar que, en sueños, no eran responsables de sus actos aunque debían sentirse mal por lo que les ocurría. Refiriéndose a las poluciones nocturnas, dijo: “Si la emisión nocturna se origina en un sueño erótico, esto no debe verse como algo pecaminoso dado que el dormido no puede controlar las imágenes que aparecen en sus sueños”. Santo Tomás de Aquino, también en referencia a las eyaculaciones, aseguró que “un orgasmo nocturno no es un pecado, pero a veces es fruto de un pecado previo”. Con la llegada de la estricta moralidad del siglo XIX, se idearon corsés y artefactos para evitar estas erecciones o su potencial disfrute.
¿Para qué sirven estas erecciones?
El psicoanalista Wilhelm Stekel identificó en 1920 que la erección matutina, la última erección del sueño, es un fenómeno que se produce naturalmente en hombres saludables desde la infancia hasta la vejez. Hoy en día, la mayoría de los científicos supone que representan un mecanismo destinado a proteger la integridad de los tejidos de los cuerpos cavernosos del pene. Es decir, un ejercicio espontáneo en el que son las arterias las que hinchan el pene con sangre rica en oxígeno para revitalizar y regenerar sus tejidos. Además, sirven a los especialistas para determinar si los casos de disfunción eréctil tienen un origen fisiológico o psicológico.
¿Qué importancia le dieron en el pasado?
Dado que llegó a considerarse un pecado mortal casarse siendo incapaz de consumar el matrimonio, entre el siglo XIV y hasta bien entrado el XVII, en la Europa cristiana se realizaban pruebas periciales que incluían la observación nocturna del esposo. En los casos en los que un matrimonio sin consumar llegaba a los tribunales, el jurado podía pasar la noche junto al hombre para observar si se daban erecciones nocturnas, lo que probaría que podía copular con su mujer. También se requería una demostración de rigidez, incluso de “elasticidad y movilidad natural”, según recoge Pierre Darmon. Este tipo de pruebas derivaron en auténticas sesiones de voyeurismo auspiciadas por la jerarquía eclesiástica. “En ocasiones, el jurado exigía tener una demostración de eyaculación”, recuerda el estudio de Mels Van Driel en The Journal of Sexual Medicine. Con el tiempo, los jurados no se conformaban con esto y las parejas se verían en la obligación de mantener relaciones en su presencia.
¿Cómo se estudian estas erecciones?
En la actualidad se usan resonancias magnéticas para observar la actividad del cerebro y aparatos para medir el calor y el flujo sanguíneo en la zona genital sin necesidad de invadir la intimidad del sujeto, pero esto no siempre fue así. A partir de 1955, se usaron donuts de plástico rellenos de agua que, con el pene en el agujero, si ganaba volumen desplazaba el agua elevando su nivel en un tubo que observaban los investigadores. En el caso de las mujeres, en 1972 se usó un sistema similar que consistía en un balón de aire conectado a una cámara de presión que avisaba de contracciones musculares en la vagina. Por supuesto, también se realizan observaciones directas en sujetos desnudos y por medio de una discreta ventanilla del laboratorio.
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